Déjame contarte una historia:
Hace cuarenta y ocho horas yo estaba en un avión camino a acá (Hermosillo, Sonora) nervioso al tener que poner mi vida en las manos de un extraño y viendo una novedosa camarita que te muestra desde la visión del piloto el despegue y el aterrizaje, una especie de caja negra con poderes adivinatorios, donde puedes ver unos instantes antes de que suceda, lo que salió mal. Humo saliendo de una turbina, una llanta del tren de aterrizaje volando y chocando contra la cámara, la cara de desesperación del piloto ante una muerte inminente. Afortunadamente esto solo era parte de mis maquilaciónes internas basadas en mi infancia Technicolor con Mamá Televisión. ¿En que momento uno se puede declarar muerto en un accidente aéreo? A mi parecer es en el momento en que se cierran las compuertas presurizadas de la aeronave, quien sabe, probablemente estamos muertos incluso desde el momento en que somos concebidos.
Ahora estoy en un salón, rodeado de gente: niñas haciendo sus pininos de mujer, gravemente maquilladas (he de decirte que en el norte del país es donde se consumen más maquillajes en toda la república), practican sus ademanes de Picadilly, presumiendo piernas desabridas con sus minifaldas, incluso esta palabra es más larga que dicha prenda, coqueteando con ostentosos niños en traje, flamboyants nouveaux riches, copia fiel de sus padres, calvos ya, que salen del baño sacudiendo sus narices y con un nuevo aire de juventud y felicidad.
¿La razón de este aquelarre de personajes telenovelescos? Hoy se presenta a la sociedad una nueva presa, cuarenta y tres dulces doncellas vestidas de blanco, preparadas para entrar a un oscuro mundo de alhajas donde la mayor aspiración de una mujer es ser madre.
El vals es impecable, la carne fresca posa en el fondo del salón con los brazos extendidos, por diez minutos esperando a que pasen los hombres por ellas, sonrientes a pesar del dolor que sienten gracias a sus zapatillas y postura perfecta. Los chambelanes pasan gracilmente de una dama a otra, never looking back, not even to say goodbye. Tú encuentra el simbolismo en esto, al ritmo de los patinadores.
Termina la formalidad y empieza el festín. El spam social danza restregando sus cuerpos entre si y yo me distraigo observando el ritual de cortejo de una pareja en la esquina. Ella dice: "no, no, no, NO... bueno". "¡Hagan como que se la están pasando bien --la voz interrumpe mi estudio del humano-- que ahí viene la cámara!". Sonrío, el ojo de la video me observa y yo lo observo a él, y siento que por algún efecto de refracción puedo ver también el del camarógrafo, y su alma, White Noise espiritual.
Esta historia continuará...
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3 comentarios:
Yo no quiero ser madre.
Me refería al contexto Norteño/adinerado
Ya sé, yo sólo acotaba una cosa personal.
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