Y el poeta, en su locura, reinventa aquello que ama constantemente, en busca de la definición perfecta que jamás tocará la punta de sus dedos…Persiguiendo el espejismo de la perfección, caminando sobre la vejez; sintiendo la existencia escaparse y volver, de entre el montón de nubes que adornan su cielo. Recogiendo flores con espinas y flores marchitas, rescatando aquello que fue abandonado y transformándolo en un altar. El poeta alaba lo perdido, añora lo rescatable y sucumbe a lo etéreo.
No sabe de razones, no comprende de política, no respeta las leyes; la pluma solo danza, en un mar de celulosa, tropezando y arrastrándose a ratos, buscando el final. Aquel punto que le otorgará la libertad, aquella coma que anunciará su descanso, las comillas que apuntan al tesoro.
Del pasado al futuro, del presente al sueño, el poeta no descansa, ya que ha olvidado lo que es estar cansado, le pesan los párpados pero sus ojos no le permiten perderse de nada, las manos insisten en trabajar y el papel no sacia su sed de tinta, exige quedar lleno en el punto máximo de la Luna, y recostarse sobre una estrella para ser contemplado y quizás recibir el deseo de algún loco enamorado.