3 ene 2010

7:23 pm, colonia Nápoles.

1.
"Ya ni mi lágrima sabe igual", pensé. Caminando con sentido vagabundo alrededor del parque nombrado como un pintor muralista. Mis lágrimas, como tantas, tantísimas que salieron de mí el año que acaba de terminar, ya no saben igual. Ahora son casi de agua limpia, como si el líquido fuera cristal, ya no son sabor espeso y pesado mineral que antes probé.

Qué extraño siento esto, extraño pero purificante.

Entonces, vuelvo a creer en todo eso que me hace ser así, creo en no dudar y entregarse sin reservas grandes ni especiales, en la autenticidad de lo que está dentro, creo en que las injurias propias y ajenas, los enredos relacionales y todos esos etcéteras de un mundo frío para mí no valen. Aunque la soledad más pesada sea en la que estás rodeado de varios y aun así te sientes solo, donde aquellos que son los más cercanos te miran y los miras como a años luz de distancia. Yo creo que siempre se puede encontrar un lugar para renacer, ya lo he dicho antes.

2.
¿Y por qué es que siempre termino invariablemente hablando de mí? Bueno pues es que de que más podría hablar.

Al fin y al cabo, es como lo que dijo Marcel Marceau un día: "Al hablar de mí, estoy hablando de ustedes también. Y ese es el verdadero principio del arte".

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