
1. Entre un abismo.
Se confunden las ideas, yo que tan indecisa soy, miro y miro y no sé si debiera hablar. Inutilidad del habla, me pregunto, en verdad me lo pregunto. Me gustan los contrastes fuertes y acaso también, claro y ¿por qué no?, me gustan los helados de vainilla. Sé que muchos lo que prefieren es el silencio, que hay quien incluso lo ha adoptado como modo de vida. Sé que me gusta este momento, este aquí y ahora en el que te enmarco como figura alta en una situación de árboles poéticos.
El vértigo. Antes que nada, ya sé con lo que no cuento, y aun así llevo mis fusiles a una batalla que sin suceder ha sido declarada perdida. Tú eres vencedor. Sin embargo, lanzo ojos, lanzo a mi ejército de convencimiento, invado territorio con pruebas de confianza, estrategias de apertura al pensamiento, todo, todo, todo mi ser al fuego, las armas puestas y dispuestas.
Esta es la imagen de diario.

2. El sol es su cara, ¡que literal!. Su cara. Ahora la veo de nuevo iluminada.
Mira que las cosas cambian, eh! Mira que de un momento a otro los gestos y masas y ese abrir amplios ojos para asentir, o la complicidad secreta , la posibilidad de llamar a medianoche y de haberlo hecho, la única que entiende, lo que se deletrea con chocolate, el calor de un suéter verde, la compañía espiritual. Sí, esto, de un momento a otro se desenfoca, se emborrona y el vacío llena el espacio donde antes estuvo eso.
Como una luciérnaga, tan chiquita y en un gran gran cuarto oscuro. Inmensidad.
El amarillo del sol sale cada mañana, y entonces nueva oportunidad ¿por qué no?
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